Nadando mis primeros 21 km.
El último mes de cada año, mi entrenador idea un reto deportivo para sus alumnos. En diciembre del 2023, después de 4 meses entrenando en su equipo, decidí participar en el famoso reto de mi profesor Luchito.
A inicios de diciembre, me comentaron algunos compañeros del equipo que el profesor estaba revisando las posibles fechas en las que podría desarrollarse el reto 2023. Les pregunté en qué consistía este famoso desafío del que todos hablaban, y me comentaron que consistía en una- o varias- actividad física y mentalmente desafiante, de varias horas de duración. Por ejemplo, algunos de los retos anuales han consistido en nadar 21 km. y después correr la misma distancia, o nadar sin parar la mayor distancia posible en piscina y sin tocar el piso.
Para el cierre del 2023, el reto consistió en nadar 21 km. en piscina. No hubo otra restricción fuera de cumplir aquella distancia. Lo podíamos hacer con o sin implementos, o alternando su uso. Las pausas, así como la alimentación eran permitidas, tanto dentro como fuera del agua; quienes quisieran ir al baño podían hacerlo.
Un par de días antes del reto, Luchito hizo la convocatoria para el desafío en el chat grupal de WhatsApp; este se llevaría a cabo el día Sábado 30 de diciembre desde las 5 a.m., en la misma piscina donde entrenamos diariamente. Nos compartió también algunas recomendaciones de alimentación, hidratación y descanso para los días anteriores al reto, así como para el mismo día de la actividad. El día del reto, a las 5 am., estábamos ya algunos carros en fila esperando que las puertas del parqueadero de la piscina abriesen Por razones varias, terminamos ingresando a las instalaciones a un poco más de las 5:30 a.m. Estuvimos pronto en el área de la piscina e iniciamos nuestro calentamiento previo al agua. Después de algunas palabras de parte de nuestro entrenador y de cada uno de nosotros, alistamos nuestras provisiones de alimento e hidratación- que no fueron pocas-, nos desvestimos, fuimos a las duchas y nos lanzamos al agua.
Honestamente, no sabía qué esperar del reto, de lo que sí estaba segura era de que lo iba a intentar. Tenía confianza en poder nadar al menos 10 km., que fue la distancia más larga que había nadado antes de este reto, en la competencia de Oceanman, Edición Galápagos, en noviembre 2023- aunque en realidad, fueron algo más de 8 km., según la distancia marcada por los relojes de muchos quienes participamos en aquella competencia-. A partir del kilómetro 10, todo sería incierto para mí, y apenas ese día exploraría nuevos límites. Me decanté por intentar el reto sin implementos, “a pelo” como solemos decir.
En un inicio, me planteé la estrategia de nadar los 21 km. divididos en bloques iguales de 5,25 km. cada uno, haciendo breves pausas entre ellos para comer e hidratarme. Sin embargo, desistí de esa idea por la recomendación de una de mis compañeras de entreno; ella me sugería pausas de hidratación y alimentación más continuas para no someter al cuerpo a una baja energética excesiva de la que no me pudiera recuperar y que comprometiese la conclusión del desafío. Escuché a mi compañera, pues tiene más experiencia que yo en este deporte, y opté por segmentar mis 21 km. en tramos más cortos. Arranqué con 3 secciones de 3 km. cada una, dándome un par de minutos entre ellas para comer y beber, y en algunas pausas más tiempo para ir al baño. A partir del km. 9, fraccioné los intervalos en distancias más cortas, de 2 o 2,5 km.
Mi impresión es que, los primeros 10 km., los nadé cómodamente y con un ritmo constante; me permití conectar y fluir con el agua. Una vez que mi reloj marcó el km. 10, sabía que estaba del otro lado, que ya había superado mi mayor distancia y que mi repositorio de energía aún estaba dotado de la suficiente cantidad para mantenerme en el reto. Desde el km. 10, algunos compañeros empezaron a abandonar la piscina por motivos diversos- compromisos familiares o laborales, fatiga física, etc.-. En ese momento, el factor mental comenzó a ganar relevancia sobre el factor físico. El transcurrir del tiempo ya no se sentía igual que al comienzo, y, si las horas iniciales parecía minutos, ahora los minutos parecían horas.
Recuerdo al tramo entre el km. 12 y el km. 17 como el más fatigante, tanto mental como físicamente. Por el lado corporal, se manifestaron breves, pero intensas sensaciones de pinchazos en los brazos y hombros, especialmente en el izquierdo. Sentía también una leve pesadez en la cabeza y mi abdomen estaba inflamado, probablemente por el ininterrumpido ejercicio de inhalar y exhalar, así como la cantidad de comida dulce que estaba ingiriendo para mantener mi nivel de energía. Mentalmente, surgían pensamientos de abandono y soledad, al ver cómo iba vaciándose la piscina y quedando cada vez menos personas. ¿Para qué estoy haciendo esto?, me lo dije en varias ocasiones, y no siempre de forma retórica. Para esos pensamientos saboteadores, también tenía una respuesta. Me ayudaba pensar en que ya había superado la mitad del reto, en que no iba a rendirme cuando la mayor parte estaba hecha, en que estaba haciendo algo que me gusta.
En el km. 17, nos encontrábamos ya sólo 2 personas en el reto; nuestro entrenador entró al agua y nos acompañó durante 1 km; mentalmente, me ayudó tener su compañía mientras nos acercábamos al fin del desafío. Mi reloj marcó el km. 18, faltaban ya solo 3 km., una hora aproximadamente de nado continuo. Recordé los primeros 3 km. del reto y cómo fluyeron sin mayor dificultad e hice lo posible por trasladar aquellas sensaciones a los últimos 3 km. Durante este útimo tramo, fui acompañada por otra persona del equipo que aún seguía en el reto; compartimos el carril y nadamos a la par, cada una en su respectiva mitad. Al acabar el km. 20, hicimos una última pausa para comer, antes de iniciar el km. 21.
Me gustaría dotar de más misterio a aquellos 1.000 metros finales, pero siento que no describiría con justicia lo que en ese momento realmente sentía. El km. 21 simplemente fluyó y lo emprendí en un estado de tranquilidad. El km. 21 fue la consecuencia inevitable de los 20 km. anteriores, y era precisamente eso en lo que pensaba. Mantuve un diálogo interno, en el que agradecía haberme permitido entrenar y participar en una actividad como esta, que pusiera a prueba mi compromiso y disciplina; agradecía también la fortuna de tener un entrenador comprometido más allá de lo que su profesión demanda; agradecía tener los compañeros de entrenamiento que tengo, con quienes nos desafiamos, nos acompañamos y nos apoyamos; agradecía haber desarrollado el gusto por este deporte y permitirme vivir nuevas experiencias gracias a la natación. Entre estos pensamientos y otros similares, transcurrieron 900 m., y ahora faltaban sólo 100 m. Aceleramos motores y pronto concluimos el reto 2023.
Después de 8 horas y 12 minutos desde que inició el desafío, y un poco más de 7 horas de nado, sin contar las pausas, concluimos el desafío 2023 del profe Luchito. Siendo un año en el que iniciaba la práctica estructurada de la natación y en el que nadaría por primera vez en aguas abiertas, con la meta de lograr el máximo de 10 km. de nado en una sola sesión, sin habérmelo planteado, alcancé los 21 km.
Una vez más, la natación me sorprendió y demostró cómo siempre se puede soñar un poco más, entrenar un poco más, y lograr un poco más.