Reflexionando

Del ejercicio rutinario al entrenamiento competitivo

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Aun siendo nadadores amateurs, nuestros entrenamientos pueden adquirir toda la seriedad y formalidad que deseemos y estemos dispuestos a darles. Ser un nadador no profesional, no significa que no puedas llevar a la natación más allá de una afición o de una actividad deportiva en la que inviertes poco tiempo.

La natación competitiva no es un objetivo al que todos quienes naden deseen apuntar. Probablemente, la mayoría de quienes practican la natación de manera no profesional tengan como única meta mantener un estado de salud aceptable. Yo estuve dentro de este grupo de personas durante mucho tiempo. Ni me atraía darle a la natación más espacio en mi rutina diaria, ni me sentía capaz o veía sentido alguno a convertirme en una deportista amateur a nivel competitivo. Simplemente no sentía ese llamado, ni la determinación que le nace a uno cuando está decidido a algo.

Un día despierto y súbitamente surge el deseo de hacer algo más, y creo que las posibilidades son reales. Imagino que es un pensamiento espontáneo, cuando en realidad, es el producto de años de experiencias y vivencias que han moldeado mi forma de ver al mundo. Después de una introspección y charla interna, me percato de que hay razones más profundas detrás de ese repentino deseo de entrenar competitivamente.

Supe que era el momento y estaba lista para dar el salto de un ejercicio de rutina a un entrenamiento competitivo. ¿Cómo lo supe? Lo supe porque…

  • …desarrollé disciplina con la natación. A diferencia de otros ejercicios como el gimnasio en el que me mantenía constante durante algunos meses y luego lo dejaba, con la natación ser constante no ha sido una carga, lo que me ha permitido continuar, a la actualidad, en este deporte, desde hace poco más de 6 años que lo retomé. Y no diré que siempre es grato madrugar a las 4 am., 5 o 6 de 7 días a la semana, o que los duchazos de agua fría antes de entrar a la piscina son agradables. Lo que sí diré es que aquella sensación de satisfacción y bienestar que brota después de una sesión de entrenamiento hace que cada día espere con ansias la próxima madrugada y el próximo baño en agua fría.
  • …quise salir del estanque y estado de apatía. Meses antes a decidirme entrenar formalmente, atravesaba una época en la que me dejé sumir en un estado fluctuante entre la tristeza y la apatía, casi nunca alegría. Eventualmente, llegó el momento en el que me cansé de esta situación, e intuitivamente, supe que fortalecer mis vínculos con la natación podría ayudarme a superar aquel estado en el que me encontraba.
  • …sentía que podía dar más en mis entrenamientos. La constancia en la natación eventualmente repercute positivamente en las habilidades dentro del agua. Años nadando y practicando otros deportes de forma ocasional, contribuyeron a que desarrolle una capacidad aeróbica interesante que me permitiese resistir durante horas de entrenamiento. Pero la cantidad de horas practicando no es lo único importante, también importan la calidad y variedad de los entrenamientos. Sabía que debía estructurar mis entrenos para realmente progresar en el agua.
  • …coincidí con personas que me abrieron la mente y motivaron a intentarlo. Jamás imaginé que sería capaz de entrenar una disciplina deportiva de manera formal porque no crecí en un entorno en el que el deporte competitivo haya sido una prioridad, y tampoco había nacido con un don nato para los deportes, ni generado una curiosidad por ellos en mis primeros años de existencia. Los caminos de la vida me llevaron a iniciarme en la natación por una cuestión de salud; el deseo de un cambio de estilo de vida me hizo retomar y mantenerme constante. Esa constancia me permitió cruzarme en el camino con personas que también aman la natación, como una de las que definirían mi próximo paso a seguir. Esta persona es mi primer entrenador, quien desde que intercambió sus primeras palabras conmigo en la piscina, siempre me alentó e impulsó a iniciar un entreno estructurado y en equipo. A esa persona agradeceré siempre haberme dado el empuje inicial que necesitaba para intentar algo nuevo y perseverar.
  • …tenía la intención de destinar recursos a un entrenamiento más formal. No sólo monetarios, pero también de tiempo. Un entrenamiento riguroso con miras a participar en competencias y campamentos de aguas abiertas, implica destinar una parte de tu presupuesto mensual para el pago de tu entrenador, de los ingresos a la piscina, de tu equipo técnico, de tu ropa y accesorios de natación, de inscripciones, viajes y hospedaje para las competencias, entre otros más. Y no olvidemos al recurso más finito y costoso de todos: el tiempo. Tener que desarrollar la habilidad de manejo del tiempo para lograr un entrenamiento productivo, alcanzar las horas de sueño y descanso recomendadas, y poder mantenerse productivo en el trabajo y los estudios.
  • …estaba dispuesta a “sacrificar” otras áreas de mi vida. Prefiero llamarlo “priorizar” a lo importante. Cuando hacemos lo que disfrutamos y esto nos beneficia, no creo que sea un sacrificio dejar de hacer algo. Finalmente, la vida se trata de decisiones, y qué mejor decisión que aquella que te saca de tu zona de confort y te hace crecer.

Estas son algunas de plausibles razones por las creo que di este salto, aunque no tengo la certeza de cómo exactamente llegué a darlo. Lo que sí puedo decir con seguridad es que no fue de la noche a la mañana, sino un proceso de años practicando este deporte. Años en los que convertí a la natación en parte de mi rutina, y en los que me di la oportunidad de mejorar diariamente a través de esta, como deportista y, sobre todo, como persona.

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