¿Qué tan fácil es desarrollarla?
Disciplina, disciplina, y más disciplina. Quienes practicamos algún deporte, aun como pasatiempo, seguramente habremos escuchado más de una vez de nuestro entrenador o compañeros la importancia de la disciplina. “La disciplina es clave”, “la disciplina te llevará lejos”, “la clave está en la disciplina”. Y otras frases similares que buscan resaltar la importancia de este hábito para mejorar nuestras habilidades y alcanzar metas deportivas.
¿Qué es la disciplina? Parafraseando textos que encontré en internet, definiré a la disciplina como un hábito trabajado por cada persona, caracterizado por el compromiso que esta genera para con una actividad en particular. La disciplina es aquella que te levanta a hacer algo aun cuando no siempre quieres hacerlo porque sabes que tiene una razón de ser.
Por mucho tiempo creí que la disciplina era innata, pero mi experiencia personal se ha encargado de demostrarme que estaba equivocada. Hoy más que nunca creo que la disciplina es un hábito que se desarrolla permanentemente, con mucho esfuerzo, pero definitivamente alcanzable y gratificante.
Como alguien que no ha sido disciplinada en todas las actividades en las que se ha involucrado, he identificado 4 “ingredientes” que me han permitido mantener la disciplina en este deporte desde hace ya varios años: consciencia, afición, costo/beneficio y propósito.
- Consciencia: Es aquí donde vi nacer mi disciplina con la natación. Dudaba si debía colocar al gusto por nadar como el primer elemento en la lista, pero recordé que cuando empecé en este deporte, ya a mitad de mi adolescencia, fui obligada y no quería hacerlo, no lo disfrutaba, y siempre que podía buscaba excusas para no ir a la piscina. No fue hasta la edad adulta, cuando, por voluntad propia decidí retomar la natación, que fui consciente del porqué realizaba rutinariamente ciertas acciones que, por sí solas, resultaban innecesarias e, incluso, dolorosas. ¿Para qué madrugar a entrenar cuando podría tener 3 horas más en cama?, ¿por qué zambullirme en una piscina fría a las 5 a.m.?, ¿por qué dormir temprano cuando podría desvelarme haciendo otras actividades? Porque, a pesar de esas pequeñas incomodidades, conozco lo bien que me siento después de nadar y el bien que nadar me hace.
- Afición: En mi opinión, no tiene que gustarte desde un inicio el deporte que practiques; puedes desarrollar ese gusto a medida que avanzas en la práctica de tu actividad- o darte cuenta de que no es lo tuyo y seguir intentando con otra-. Pero, eventualmente, y para que seas disciplinado a largo plazo, considero fundamental que te guste y lo disfrutes la mayoría del tiempo. ¿Cómo saber que vas a disfrutar un deporte? Lamentablemente, no hay forma de saberlo, sino hasta probarlo. Hay personas con la suerte de encontrar su afición al primer intento, pero otras tenemos que probar varias opciones antes de encontrar aquello que nos apasione.
- Costo/beneficio: No siempre estarás motivado para levantarte e ir a ejercitar. Pero te levantarás y lo harás, porque sabes que la alternativa es peor. Pensar en los beneficios que obtienes cuando vas a correr o nadar Vs. lo que cuesta hacerlo, ayuda mucho a ser constante y no desistir. Cuando ideas intrusas y saboteadoras rondan mi cabeza acerca de por qué estoy nadando, por qué pago lo que pago para hacerlo, por qué ajusto mis horarios para que sean compatibles con la natación, tengo un repositorio de pensamientos listos para combatirlas: nado porque me ha permitido recuperar mi estado físico, nado porque me mantiene saludable física, mental y emocionalmente, nado porque ahuyenta los malos hábitos, nado porque haciéndolo he podido moldear una mejor versión de mí misma.
- Propósito: Si a los 3 ingredientes anteriores le añades este cuarto, habrás dado con una de las mejores recetas para la disciplina. ¿Existe acaso una mejor sensación que la que tenemos cuando hacemos algo en pro de algo más? Cuando tenemos una meta o expectativa clara, ser disciplinado será mucho más llevadero. ¿Qué propósito puedo tener? El propósito debe ser realista, lo defines tú y no tiene que ser ostentoso. Tu meta puede ser tan básica como mantenerte saludable o, tan ambiciosa como cumplir un loco reto deportivo. Puedes tener objetivos iniciales e irlos modificando y puliendo en el transcurso del tiempo, según tus habilidades, tu progreso y el contexto en el que te encuentres.
Como puedes ver, la disciplina es difícil de conseguir; es de aquellas cosas que no puedes comprar hechas, y que tampoco puedes pagar a alguien para que la desarrolle por ti. No puedes comprar sus ingredientes; tienes que cultivarlos tú mismo.
Distintas recetas pueden lograr un resultado similar, pero esta es la que me ha servido y la que te invito a probar si aún no has encontrado la tuya. Eres libre de modificarla, de cambiar el orden de sus ingredientes, de agregar, de quitar, de multiplicar o de dividir, hasta que logres crear la tuya propia.
Ciertamente, es una receta difícil de implementar, con ingredientes costosos y difíciles de obtener; quizá tardes mucho tiempo en conseguirlos, con un proceso largo que puede sacarte lágrimas o hacerte sentir frustrado más de una vez. Pero te aseguro que, el resultado de esta receta, la disciplina, es uno de los mejores regalos de amor propio que puedes darte.