Aguas abiertas Experiencias

Mi primera competencia en aguas abiertas

Primera competencia de aguas abiertas

Confiando en el proceso

Hace casi un año, un día domingo, estaba participando en mi primera competencia de aguas abiertas, en la pequeña ciudad costera ecuatoriana de Jaramijó, que limita al oeste con Manta. Esta competencia fue la primera de un circuito anual local amateur de competencias en aguas abiertas llamado “Andes Pacífico“. Participé en la modalidad Challenger, que es la mayor distancia de cada desafío, en este caso, 3 km.

Uno de los objetivos en aguas abiertas que me planteé para el 2023 fue participar en las 4 competencias de este circuito, por lo que no dudé en inscribirme cuando inició la convocatoria para el primer desafío.

Antes de la competencia

Viajé desde Quito el viernes por la noche en avión, y en media hora ya estaba en Manta, ciudad en la que me hospedaría. Uno de mis primos mantenses me recogió en el aeropuerto y llevó a comer, antes de dejarme en el hotel. Al día siguiente, para el desayuno, me encontré en el restaurante del hotel con mis compañeros de equipo y alguno amigos del medio.

Después de comer, nos dirigimos a la playa El Murciélago de Manta, para tener una práctica en aguas abiertas. Esta sería mi primera vez nadando en el mar. Por supuesto que, desde pequeña, he ido al mar y jugado en este, pero nunca más adentro de donde mis pies pudiesen pisar arena en firme. Estaba algo nerviosa, pero, con el acompañamiento de mi entrenador y una compañera de equipo, la práctica fluyó sorpresivamente bien, mejor de lo que me esperaba. La temperatura del ambiente y el agua era agradable, aunque el acto de ingresar al mar, con las olas rompiendo contra mi cuerpo, me generaba ansiedad. Superado este primer miedo, venía la fase de dejar de caminar y lanzarme a nadar mar adentro. En un inicio, evitaba meter la cara, aun cuando la temperatura era agradable; sentía temor y desesperación al no poder ver debajo del agua, que estaba turbia por la arena. A medida que nos adentrábamos, la visibilidad debajo del agua iba mejorando. Llegamos a un punto en el que nos detuvimos para nadar paralelamente al horizonte y a la orilla. Durante esta pausa, experimenté un sutil pánico, que dificultaba mi respiración. Después de unas palabras y direcciones de mi entrenador, pude calmarme un poco y continuar con la práctica.

Con cada braza, con cada patada, con cada respiración, con cada metro en movimiento, mis miedos iban disipándose y mi confianza aumentando. Estaba ya tomando el ritmo y avanzando sin muchos titubeos, aprendiendo a orientarme en aguas abiertas; tomé como referencia una construcción, hacia la cual dirigí mi rumbo. Después de casi 20 minutos de nado, retornamos a la orilla. Estaba muy contenta de haber logrado nadar por primera vez mar adentro, sin mayores contratiempos. Nos encontramos con el resto del equipo en la carpa donde habíamos dejado nuestras pertenencias y partimos rumbo a una famosa marisquería del centro de Manta para almorzar junto con algunos compañeros, del mismo equipo y de otros. Acabando el almuerzo, fuimos al hotel para descansar un poco, antes de ir hasta Jaramijó para el retiro de los kits de la competencia y para una segunda práctica, ahora en el que sería el escenario de la competencia el día siguiente. Fueron aproximadamente 15 minutos de trayecto en taxi, desde nuestro hotel-que estaba cerca al aeropuerto de Manta- hasta el muelle de Jaramijó, donde estaban instaladas las carpas de los organizadores de la competencia. Retiramos nuestro kit y nos dirigimos a las gradas que bordeaban el mar para prepararnos y empezar nuestra segunda práctica.

Antes de ingresar al agua, una amiga me previno sobre las famosas aguamalas o medusas. Es bien sabido que al entrar en contacto con el mar, existe la probabilidad de ser picado por ellas. Hasta antes de ese día, nunca había sido tocada por una, por lo que no conocía lo se sentía y tampoco tenía una noción. Mi amiga me explicó la sensación de la picada de una manera muy acertada, comparándola con una descarga eléctrica repentina que duele y te deja una sensación de entumecimiento temporal en el área alcanzada. Fue cuestión de ingresar al agua para que empecemos a recibir las primeras picadas. Resulta que donde íbamos a competir era una zona donde había bastantes medusas- al menos en aquella época del año- y muchas personas fuimos alcanzadas por al menos una de ellas. No sé si fue porque era el primer contacto con las aguamalas, pero recuerdo aquella ocasión como la más dolorosa. En mis prácticas y competencias posteriores en mar siempre he sido picada y tenido reacciones alérgicas peores, pero en aquella vez, el dolor fue rápido e intenso. Después de nuestra práctica, salimos del agua y retornamos al hotel. Descansamos, fuimos a cenar en una pizzería y regresamos temprano para estar bien descansados al día siguiente.

El día de la competencia

Llegamos alrededor de las 6:30 al muelle desde donde empezaría la competencia. Calentamos un poco antes de ser llamados a filtros. Los que competíamos en distancia de 3 km. fuimos los primeros en comenzar. La competencia consistió en un circuito cuadrado, de 1,5 km. de perímetro; quienes nadamos la distancia de 3 km., tuvimos que dar 2 vueltas.

En esta competencia, inicié, me mantuve y terminé rezagada del pelotón, pero en ningún momento pensé en retirarme, me sentía muy cómoda y en ambiente. Cuando estaba terminando el primer tramo de la segunda vuelta, no visualicé correctamente las boyas de referencia y, en lugar de nadar a la segunda boya de giro, nadé diagonalmente hacia la tercera. Uno de los botes guías me hizo notar que estaba nadando en dirección incorrecta y pude rectificar mi trayectoria.

En el último tramo antes de la meta, me crucé con algunas medusas que hicieron lo suyo; por suerte, ya conocía la sensación de aquellas picaduras, por lo que no estuve desprevenida el día de la competencia. Eventualmente llegué a la meta, siendo de las últimas, pero en muy buen estado y contenta de haber cumplido mi primer objetivo de aguas abiertas.

Lo que agradezco

Más allá de haber logrado mi primera meta en aguas abiertas, agradezco la experiencia de haber hecho algo por primera vez. Convivir con mis compañeros de entreno, aunque fuese sólo un fin de semana, me permitió conocerlos fuera del agua; fue gratificante recibir sus consejos y recomendaciones para aguas abiertas, consejos que me han servido de mucho en este camino. Agradezco también las muestras de apoyo y preocupación que recibí de mis compañeros después de las pequeñas caídas que tuve al caminar o de las reacciones alérgicas por las picaduras de las medusas.

Con confianza, puedo decir que, el espíritu de equipo, favoreció el resultado positivo de esta primera experiencia en el mar. Razón por la cual agradezco a mis compañeros y entrenador de ese entonces, quienes hicieron más fácil y entretenida esta competencia.

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