Nadando en la Laguna de los Dioses
La Laguna de Cuicocha se ubica en la provincia de Imbabura, Ecuador, a aproximadamente 25 minutos de Cotacachi, y se encuentra a un poco más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, con una temperatura que oscila entre los 12 y 14ºC. Al ser parte de una reserva natural, la práctica de la natación dentro de sus aguas es prohibida. La excepción a esta regla es la travesía anual organizada desde el año 1996, espacio en el que, nadadores de todos los niveles, tenemos la oportunidad de nadar en un espacio verdaderamente exclusivo, pues solo en una fecha anual nos es permitido hacerlo. Este año se celebró la Edición XXVII de esta competencia.
Pese a las bajas temperaturas, el uso de un traje de neopreno es opcional y, de hecho, son muchos los nadadores que optan por realizar la travesía “a pelo”, como lo decimos en la jerga de la natación a nadar sin nada más que nuestro terno de baño, gorro y gafas. El pasado domingo 21 de julio del 2024, participé en mi primera travesía a la Laguna de los Dioses. Las distancias que se podìan nadar fueron: 5km, arrancando desde el muelle, circunvalando los dos islotes de la mitad de la Laguna y regresando al mismo punto de partida; 2km, desde el muelle, hasta el límite frontal de los islotes y retorno, formando un triángulo invertido; y 800 m., distancia sprint que arrancaba desde el extremo frontal de los islotes hacia el muelle.
Fiel a mi preferencia de las distancias más largas, esta vez no fue la excepción, y me inscribí a los 5 km. Al momento de la competencia, era una distancia con la que ya me sentía cómoda y menor a otras que había realizado en el pasado. Más allá de los varios metros que debía nadar, mis temores giraban en torno a la temperatura del agua y el frío que podría llegar a experimentar, pues no una, sino varias personas, me habían comentado sobre lo fría que era el agua de esta laguna, sobre la sensación de cuchillos atravesando el cuerpo, sobre los espasmos al entrar al agua, y una larga lista de etcéteras.
La llamada de “Juan”
Como contraparte a estos comentarios desalentadores, había otras voces más caracterizadas por el optimismo, centrándose en la magia de Cuicocha antes que en los inevitables factores ambientales que deberíamos sortear. Una de estas voces era la de un triatleta experimentado, al que, por mi mala memoria, llamaremos “Juan”. Juan es un apreciado amigo de un compañero de la natación con el que, comúnmente, comparto durante las competencias en aguas abiertas. Mi compañero había conversado con Juan los días previos a la competencia y, con mucha emoción, nos contaba las palabras de ánimo que este le transmitió. Así, un dìa antes de la competencia, lo llamó por teléfono para que algunos nadadores que haríamos esta travesía por primera vez, también pudiésemos oír directamente de él estas palabras de aliento. A modo de resumen, las palabras de Juan fueron:
- La Laguna de los Dioses es un lugar lleno de energía. Uno termina recargado luego de estar en sus aguas.
- Nadar en Cuicocha es un auténtico privilegio. Solo se puede nadar un día en el año, y los cupos son limitados. Personas de otras partes del mundo, cada año, llegan a Cuicocha en busca de la magia que sus aguas ofrecen.
- Antes de entrar en el agua, se debe pedir permiso a la laguna para entrar.
- Las aguas de Cuicocha son cristalinas y limpias; en cada brazada, en cada movimiento, la emoción invade al ver la transparencia del agua que atravesamos.
- La sensación de frío no dura mucho tiempo; el cuerpo pronto se adapta al entorno.
La experiencia
Un día antes a la competencia, viajé a Cuicocha y me hospedé en la casa de una familia local en Cotacachi, junto con mi compañero de nado. La casa estaba ubicada en un sitio tranquilo, sin ruidos, y a pocos metros de la vía principal que nos llevaría al ingreso de la Laguna. Ese día almorzamos, retiramos nuestros kits y aquellos que nos encargaron otros compañeros, y recorrimos un poco las calles de Cotacachi. Cenamos y regresamos al espacio que alquilamos para dormir.
El Domingo nos despertamos a las 5 de la mañana, para alistarnos y dirigirnos a la zona de la competencia, a 25 minutos aproximadamente de donde nos encontrábamos. Llegamos a buena hora, pocos minutos antes de las 6. En la zona del muelle, dimos encuentro a los demás compañeros de entreno; algunos se habían hospedado desde el día anterior, otros viajaron ese día durante la madrugada desde Quito.
Tuvimos una buena sesión de calentamiento dirigida por nuestro entrenador y, pronto, nos preparamos para ingresar a filtros. Los primeros llamados fueron los participantes de la distancia de 800 m., seguidos de los de 5 km., y terminando con los de 2 km.
Durante el nado
Con confianza, coincido en lo que muchos afirman: ninguna experiencia es igual a otra, ni de persona a persona, ni de año a año, aun estando en el mismo escenario geográfico. Varias personas que habían participado anteriormente en la travesía a Cuicocha, coincidieron en que, en este año, la temperatura del agua no era tan baja como en otros. De igual manera, las opiniones acerca de la temperatura y oleaje variaban de persona a persona, por lo que decidí ingresar al agua con mis propias expectativas y formarme mi propia opinión post-evento.
Realicé esta Travesía con traje de neopreno, por lo que no sentí frío, ni siquiera en la cara, cabeza, manos o pies que estaban expuestos; desde el inicio hasta el final, pude mantener un ritmo de nado sin espasmos a causa del frío.
Tuve algunas fallas en la ubicación al nadar (la orientación no es mi fuerte en aguas abiertas y es algo fundamental en lo que estoy trabajando). El primer trayecto de nado, desde el muelle de partida hasta el extremo posterior del islote de la izquierda, fluyó sin mayor dificultad, aunque ya sentía que estaba nadando hacia afuera en lugar de mantenerme pegada a los islotes. El segundo trayecto, en la parte posterior de los islotes, experimenté las mayores dificultades de orientación. Continuaba alejándome de la orilla y había perdido de vista a otros nadadores que me servían como referencia. En una ecuación en la que, influían mi miopía y astigmatismo, los rayos del sol y los juegos de colores de los montes que circunvalan a la Laguna, veía a lo lejos una sola línea que unía a los islotes hasta el fondo. Me vi sola, pero no sentí miedo. Paré con más frecuencia para intentar distinguir el punto donde debía girar para completar la circunvalación a los islotes. Pude ver a lo lejos una lancha de seguridad que venía atrás de mí y me detuve un momento, alcé el brazo en señal de ayuda y se acercó a mí. El señor de la lancha me indicó que me estaba alejando mucho de los islotes y que debía pegarme más y, amablemente, me abrió camino hasta que llegue al punto donde debía girar.
El tercer trayecto, el giro de retorno de los islotes, fue probablemente el más desafiante a nivel físico y mental. El oleaje estuvo fuerte y actuaba como una barrera que impedía avanzar con facilidad. Físicamente, aún me sentía cómoda; mentalmente, empecé a tener pensamientos negativos. Como no estaban permitidos los relojes durante la competencia, no tenía forma de saber cuánto tiempo había estado nadando, y me preocupaba que, al avanzar menos rápido debido al oleaje, llegue un punto en el que debiera ser sacada del agua. Intenté sofocar esos pensamientos, y enfocarme en cada brazada. Eventualmente, alcancé y pasé a algunos nadadores en el camino, hasta que logré visualizar a lo lejos una mancha blanca distorsionada que, asumí era el muelle de inicio. Entonces nadé ya sin mayores pausas para orientarme, guiándome también por las voces y música del fondo.
Llegué. Con un ligero calambre en la pantorrilla izquierda. Fuera de ello, en buen estado y sin el frío con el que me imaginaba que iba a llegar. Dentro de mi categoría y género, me ubiqué tercera.
El aprendizaje
- El entrenamiento constante es fundamental para mantenernos preparados, para saber cómo actuar en escenarios distintos a los de la práctica diaria. El nivel de entrenamiento suele ser directamente proporcional al nivel confianza y seguridad que experimentaremos durante una competencia (no lo confundamos con arrogancia).
- Las opiniones siempre serán mixtas. Por ello, al momento de tomar una decisión acerca de competir o no, es mejor hacerlo con base en nuestra voluntad y nuestro análisis objetivo de la capacidad que tendremos para completarla satisfactoriamente. Ya después tendremos la oportunidad de formar una criterio propio de la competición.
- Independientemente de si creemos o no en las energías, entrar con agradecimiento y pidiendo permiso a la Laguna es un buen ejercicio de humildad.